domingo, 20 de mayo de 2012

Do it yourself (I): Introducción teórica


Do it yourself

¿Qué es esto?

No quiero enrollarme mucho.

Esta triple entrada se dirige principalmente a los llamados desmovilizados.  La situación política, social y económica del país empeora de día a día, y eso parece tener repercusión en la mal llamada opinión pública. A pesar de todo, la participación política aún continúa siendo cuantitativa y cualitativamente baja.

Lejos de pretender un extenso estudio sobre los motivos del fenómeno, en estas líneas intentaré - cansado de sabios, escépticos y tertulianos - ofrecer algunas luces sobre por qué, cómo y dónde participar.

Hay maneras, en el contexto actual, de canalizar de una manera constructiva aquella rabia que sentimos.  Cada día que pasa,  existen menos excusas para quienes continúan en la dimensión del súbdito  y  no dedican tiempo y esfuerzo a los problemas que nos conciernen a todos.

A los desinformados, los aislados, los perdidos y los escépticos. A todos ellos, les invito a leer este breve texto.

Introducción

El cambio cualitativo que ha sufrido el movimiento 15-M en el proceso de un año es evidente. Incluso para una persona que no conoce lo que se mueve fuera de los focos mediáticos, la evolución es palpable.

Hace un año los que salíamos a las plazas compartíamos ciertas intenciones: despertar, comenzar a conectar, trabajar, y también descargar nuestra rabia. Pero en aquellos momentos éramos conscientes de que estábamos viviendo una realidad en estado larvario: debíamos dar el paso de la indignación al compromiso. Debíamos convertir un movimiento social en un movimiento político. Debíamos dejar de ser espectadores de una protesta social  para convertirnos en parte activa.

Hoy, un año después, puede decirse que el movimiento ya es político.  Los discursos  han madurado, las iniciativas se han materializado, las organizaciones se han multiplicado. La pequeña máquina ya comienza a avanzar, y sólo se muestra sedienta de más combustible, de más participantes.

Dividiré este texto en tres bloques con la intención de reverberar lo que está ocurriendo estos días en Sol para aquellos que no han estado. El primer bloque será una introducción teórica a la participación política; el segundo, algunos consejos nacidos de la experiencia personal; el tercer bloque, una serie de alternativas en las que poder implicarse nada más terminar de leer.  Este texto que aquí comparto nace de una motivación personal, pues muchos de mis amigos se encuentran este año fuera de España y otros lejos de Madrid, así que no han conocido qué se ha dicho durante el 12M15M. Otros tantos amigos, a pesar de haber estado, se reconocen incapaces de procesar la información y canalizar su energía política. Sólo trato de ayudar desde la perspectiva de alguien que vive dentro del mundo de la política.  Como ya he dicho, me dispongo a reverberar, así que mis palabras no son un espejo que refleja sino una lente a través de la que mirar.  Mi información no puede dejar de estar sesgada. En cualquier caso, es un riesgo que corro e invito a todo el que lo desee a corregirme. 

A través de la primera parte de este texto, compartiré unas reflexiones personales que – al menos a mí – me sirven como base teórica para haber escogido esta dirección y seguir en ella.  Son los resúmenes , las conexiones y en general la digestión de algunas lecturas y experiencias, de modo que no pretenden ser más de eso. Una energía para abrir los ojos y mirar el mundo de determinada manera, una motivación para participar en todo aquello que después añadiré.

Política y poder

Toda herencia del pasado asumida de manera inconsciente es una forma de dominación: lo es el arte de los museos, la lengua de los diccionarios, las normas sociales y toda forma que pueda adoptar la cultura. Pero también lo son las organizaciones.  Toda estructura u organización es una herencia del pasado, ya que busca la estabilidad a través del tiempo.  

Toda herencia del pasado es una forma de dominación por la inercia que adopta. Una organización, por poner ejemplo, impone a los nuevos miembros una constitución que no han decidido y una continuidad que no han votado. Toda herencia es dominación por su carácter estable, resistente al cambio.   Esta resistencia es la que  transforma una realidad en estructura. Y estas estructuras son monstruos cuyo control es proporcional a su tamaño.

Esta estructura nos invade a través de toda interacción humana. Nos invade la cultura, pero también las organizaciones del pasado.  Nos invaden prefigurando nuestras maneras de organizar nuestra energía, obligando a una canalización concreta de la voluntad de cambio. Estas organizaciones, en cuanto que realidades estables, tienen el germen de la dominación en su esencia por lo que ya hemos comprobado, pero además, por ser grupos de coordinación de la acción colectiva, movilizan una serie de recursos. Los recursos al servicio de la acción colectiva pueden ser un peligro o una ventaja, pero son sin duda, una gran fuerte de poder.

El poder organizado y estable – sea cual sea su intención, su dirección, su legitimidad – es la forma más perfecta de dominación. Es dominación porque toda sociedad democrática tiene sus márgenes. Toda mayoría implica una minoría; toda dirección, una alternativa.  Este problema de la democracia lo hemos comprobado repetidas veces a lo largo de la historia y no es necesario perderse en mantras eternos que reciten los errores.  El poder organizado y estable necesita ser controlado para no crecer como el monstruo informe que presagiaba Aristóteles. Y el único control posible para no caer de nuevo en el error debe ser el control de todos. El control de los ciudadanos. La estrategia, ante esto,  es doble:

- En primer lugar, ejercer la participación. En la era de la desregularización, en la era de la pérdida de la soberanía estatal, en la era de la gobernanta global, el único Derecho Humano que nos resta es el Derecho a tener derechos. Ninguna Constitución puede ser lo suficientemente resistente como para impedir el ataque de las transnacionales, de los gobiernos supranacionales, de los grupos de interés, y del propio déficit democrático nacional. Considerar que la Constitución es omnipotente es la nueva religión que ahora no condena la vida, sino la dignidad, a una existencia teórica. De la Constitución a la realidad de los derechos hay un largo camino que nadie va a caminar por ti.

- Consecuentemente, promover la proliferación de organizaciones para evitar la posición hegemónica de ninguna.  Organizarse para evitar la dominación. No caer en los relatos que nos representan falsas luchas maniqueas: la ficción del bipartidismo, la ficción de las ideologías, la ficción de la retórica de los partidos…  Contra nuestra manera de entender el mundo, la democracia no es un enfrentamiento entre dos fuerzas antagónicas. Resulta casi físicamente imposible que una persona o un grupo que comparta una visión complazca los intereses de todos. De la misma manera, es irreal creer que dos grupos de ELLOS pueden resolver los problemas de TODOS. Una reflexión somera de todo problema social revela esta conclusión.

La democracia real es, en una sociedad globalizada y multicultural, la convivencia de multiplicidades. Conviven múltiples personas con múltiples identidades, intereses y voluntades. Estos colectivos pueden confluir pero deben interactuar explorando la esencia autónoma del otro, buscando formas innovadoras que respondan a criterios de mutuo beneficio, explorando la convivencia posible a través de la aceptación de la diversidad y de la autonomía. Creer que la sociedad puede reducirse a dos bandos y a la estructuración de dos grupos de intereses contrapuestos es reducir la realidad.  Negar la necesidad de múltiples organizaciones conduce a la homogeneización, la uniformización, de la ciudadanía.

Por todas estas razones, culpabilizar al que toma la decisión sólo es legítimo si constituye el primer paso. Si se queda en eso, la culpabilización no es sino una descarga emocional - casi terapéutica -, pero políticamente irrelevante. El segundo paso debe ser, obligatoriamente, la acción.

Esta acción es la única manera de empoderar al individuo y blindar su voz. Es la única manera de elevarlo a nivel de igual con el representante, y convertirlo en fuerza política.  Es la única manera de que todos estemos representados, y por tanto, la única manera de realizar la democracia.

¿Qué cambia tu dinero? Los límites de la política

Hasta aquí, la lucha social en España se ha centrado esencialmente en emancipar desde el punto de vista material a los trabajadores de explotación. Esto es, se ha centrado en luchar por los derechos sociales, por lograr un empoderamiento económico de las clases más favorecidas, y por permitir una vida digna con respeto de los Derechos Humanos. Sin embargo, y a partir de ahí,  para lograr un verdadero cambio político, es necesario que produzcamos un cambio humano.  Esto es así principalmente por varias cosas:

- El capitalismo se ha extendido y ahora es un sistema global. Un cambio social global es inviable si no estamos todos de acuerdo, y en cualquier caso, es tremendamente lento. No podemos esperar, sin cambiar nosotros mismos, que todo el mundo se ponga de acuerdo.. Es necesario avanzar a través de los pequeños cambios.  Si la historia nos ha llevado a la interconexión total de las sociedades y los gobiernos, el cambio social sólo puede venir desde abajo.

- Las técnicas de influencia que tiene el actual modelo social en nosotros nos atacan a través de todos los niveles: la publicidad, la educación, la formación profesional, el ocio de masas. Estamos influidos, desinformados – o mejor dicho contrainformados - con respecto a nuestros intereses, de manera que todo cambio social deberá enfrentarse a formas de pensamiento instaladas en cualquier relación, acción e identidad actual.  Ningún cambio social se producirá si nuestra forma de ser y vivir más primaria quiere lo contrario.

- El tiempo de ocio es también tiempo de trabajo. Nuestro bienestar lo componen objetos con fecha de caducidad que imprimen en nuestros años un ritmo de consumo constante: un nuevo mp3, un nuevo móvil, un nuevo ordenador, un nuevo electrodoméstico, una nueva prenda de ropa; si no es porque el producto añade mejoras, es porque nos dura un año y después se rompe, pero nuestra cartera siempre exige más dinero, y por tanto más trabajo.

De no ser suficiente, las campañas publicitarias para estimular la demanda del mercado crean nuevas necesidades. Esta estrategia implica en su grado más alto la necesidad de un consumo de bienes que desmerecen ese nombre. Esto es el consumo de la nada, el consumo de bienes-basura, simbolizado a la perfección por el tabaco, pero que también se materializa en productos más recientes como Power Balance.

Además, y por si fuera poco,  aquellos trabajos especialmente alienantes necesitan de un ocio liberador que desconecte de una realidad insoportable. Esto, llevado a su extremo, conduce al consumo masivo de drogas duras; pero toda una colección de drogas menores – del alcohol a la televisión, de las series a los juegos, de las experiencias extremas  a los libros que compras cada mes – nos sumergen en un ocio fundado en la evasión. Evasión de la vida y evasión del propio cuerpo. Evasión por tanto de cualquier construcción activa de realidades alternativas. Evasión que al ser fundamentalmente improductiva no hace sino esclavizar el tiempo libre. Es convertir el tiempo del que disponemos en el tiempo del no-trabajo, referido a él y eternamente dependiente. Ningún cambio social será posible si en nuestra propia vida no existe tiempo para realizarlo.

En este contexto, la acción individual es inevitable. Todo consumidor, toda persona, debe realizar un cambio en su propia vida si desea aspirar a cambiar algo de lo que le rodea. Ningún cambio político radical puede existir sin el cambio paulatino de las formas de consumo, de producción y de financiación de nuestras vidas. Si  un individuo y una sociedad dependen del dinero para existir, entonces todo cambio debe realizarse también en la esfera del dinero.

Por eso, las alternativas actuales en el plano económico se caracterizan por ser utópicas en el sentido histórico del término. Utópico en sentido histórico tal y como lo fueron Fourier, Owen o Saint-Simon – implica una combinación de dos elementos. De un lado, la persecución de un ideal que actúa como motor para el cambio; de otro lado, la existencia de acciones que persigan ese fin – y no otro edulcorado – en el aquí y el ahora. De este modo, y a pesar de que el contexto globalizado actual nos impida un cambio social mundial y radical, algunas alternativas son posibles a nivel individual.  Ellas son la única manera de que esto empiece a cambiar.



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